viernes, 4 de agosto de 2023

Carta a mi hijo

 


Querido Travieso  :

 

Me pidieron en el colegio escribirte una carta y antes de comenzar, me emocioné.

¿Sabías que son ustedes los hijos cuando están en el cielo, cuando son solamente almas, escogen los papás que quieren tener? Eres tú el que escogiste que yo fuera tu mamá y eso me enorgullece mucho y me pones frente a un gran desafío.

Me acuerdo del día en que naciste; ya anunciabas que eras muy especial, pues naciste en silencio, quizás sin entender que estabas fuera viviendo en el mundo.

Fuiste el primero de mis hijos en salirse del corral, abrir la puerta, arrancarse de la casa cual Agente Secreto. Ni las llaves, ni los seguros, nada impedía que pudieras salir, pues esas trancas las vencías inteligentemente. Los bomberos de la esquina de la casa, los jardineros de las plazas , los dependientes de las tiendas cercanas a nuestro hogar , eran los que te cuidaban en tus aventuras de exploración; ellos nos avisaban en dónde te encontrabas cuando te arrancabas y te entretenían mientras íbamos a buscarte.

Una de las anécdotas que me acuerdo hoy con gracia, fue el día en la Iglesia un sábado en la tarde en que te escabulliste y subiste al segundo piso y comenzaste a tocar el órgano en la mitad de la ceremonia; sonaba tan bien que muchos pensaban que el músico había llegado a tocar … pero bastó que te retaran por tocar el órgano para que te asustaras y arrancaras lejos de la Iglesia buscando quizás refugio. Te encontramos divagando a muchas cuadras de la casa después de dos horas. Hasta el sacerdote de la Iglesia salió en tu búsqueda. No sabes el susto que pasé.

También fuiste el primero en experimentar con el microondas preparando tallarines con salsa de tomates; el problema era que primero había que coserlos en agua y luego la salsa de tomates, pero, en fin, nadie avanza sin experimentar primero los fracasos.

Y el silencio, ese silencio que me aterrorizaba pues no sabía cómo comunicarme contigo, por lo que comenzó una larga lucha entre la familia y doctores para entrar en tu mundo. Me explicaron que el mundo lo sientes amenazante, y que el silencio es tu refugio. Te fui enseñando poco a poco que al mundo tenemos que nombrarlo, nombrar sus cosas, hablarle al mundo, pues al reconocerlo, el miedo tiende a desaparecer.

Pocos saben de tus habilidades propias y únicas: sabes hacer juegos en internet que otros usan para entretenerse en línea y te pagan. Eres el primero de mis hijos que ya sabe trabajar y ganar su dinero. Eres el único en la casa que siempre sin decirle nada, sale todos los días al colegio habiendo hecho su cama. Eres el primero que se levanta de la mesa y me ayuda con el lavado de platos al terminar de comer; eres el que siempre me mira y me dice: “mamá, yo soy el hombre de la casa y te voy a cuidar siempre”; siempre pendiente y atento.

Hay personas cerca de ti que no te conocen; se están perdiendo de saber cómo eres. No eres tú el que pierdes. La diversidad fomenta el crecimiento; la uniformidad esclavitud.

Las aves de nuestro jardín pasan cerca de ti y no te temen; ellas si te conocen; ellas saben que tu no les dañarás y dejan que te acerques a sus nidos a ver a sus polluelos en primavera. Tienes una conexión única con los animales; te preocupas por ellos. Eres el único que está pendiente del Turrón, nuestro perro. Lo paseas, le das de comer y lo sacas a pasear.

Querido hijo; yo también tengo miedo. Tengo miedo de que te puedan dañar aquellos que no te entienden; pero eres fuerte, eres mi hijo, eres valiente, eres una buena persona, y las buenas personas son las que viven el Cielo en la tierra.

 

Tu mamá