Querido hijo, me pidieron del colegio te escriba esta carta. Te he soltado al fin al mundo y estás viajando a kilómetros de tu hogar.
Hace tiempo que no conecto con el alma, e hice un recorrido por algunas partes de este blog en que tu presencia se hace jardín,
Recordé la aventura que fue para tí crecer y conectarte con el mundo nombrándolo y cómo nos enseñaste que hay ritmos que le son propios a cada persona. Hace poco me dijiste : "todos somos distintos y vemos todos el mundo diferente. Algunos pueden ver el color rojo, otros no y algunos pueden diferenciar varios tonos dentro de ese mismo color."
Nada es casual. Este fin de semana me encontré con una mamá que comenzaba a avanzar por el camino que hace años habíamos emprendido, también con su hijo menor. Me contó de sus miedos, de su cansancio, pero a la vez de su firme esperanza que todo saldría bien. Su hijo también tenía la misma sonrisa que se dibujaba en tu rostro cuando eras un niño pequeño, y misma mirada curiosa respecto a hechos que a muchos pasaban inadvertidos.
Vi en esa mamá también mi historia y me conmovió.
Este fin de semana fue mágico al celebrar tu cumpleaños de una manera especial, en mi otro jardín cerca del mar. Me gustó verte disfrutar de las aves en el Parque Tricao en el aviario. Nos dimos cuenta de que el miedo es una conducta aprendida al verlas volar tan cerca de nosotros.
Hijo mío, de la misma forma que te he soltado al mundo, quizás sea hora que te nombre de manera diferente, pues eres un hombre y "Travieso" ha quedado en nuestros lindos recuerdos. Hoy te llamarás Daniel, como aquel profeta que estuvo en la cueva junto a los leones hambrientos y salió de ella sin daño, pues fue protegido desde lo alto.
Te quiero más allá de los tiempos
Tu mamá






