Acabas de llegar a casa con la mirada perdida,
todos sabemos que has pasado la noche aspirando el cielo
y liando a los controladores aéreos
con esa forma de pasarte al otro lado de las nubes al desmaquillarte,
y yo aquí esperándote para nada
como un pobre embarcadero que espera las lágrimas de las merluzas al amanecer.
Siempre has sabido que tener un perro llamado Rimbaud
puede que vaya en contra de la moral de las universitarias,
pero aun así te empecinas en llamar a las cosas
como las cosas no quieren ser llamadas (como “amor” a los “restos del amor”)
especialmente ahora, que Rimbaud debe dormir como una libélula
que acaba de presenciar la muerte de su corazón, pero como dices,
“a nadie le importa la poesía”,
pero yo te respondo (como quien no quiere la cosa)
y te digo que para los Celtas el cielo se halla en la copa de los árboles
y tú hoy has llegado desde el más alto de los cipreses,
así que al menos la poesía ha servido para sacarte esa sonrisa
que te acabas de limpiar con una servilleta,
aunque quizás sea mejor enterarte de que el mar ha decidido jubilarse
y mudarse a tu pintalabios para estar más cerca del amanecer.
todos sabemos que has pasado la noche aspirando el cielo
y liando a los controladores aéreos
con esa forma de pasarte al otro lado de las nubes al desmaquillarte,
y yo aquí esperándote para nada
como un pobre embarcadero que espera las lágrimas de las merluzas al amanecer.
Siempre has sabido que tener un perro llamado Rimbaud
puede que vaya en contra de la moral de las universitarias,
pero aun así te empecinas en llamar a las cosas
como las cosas no quieren ser llamadas (como “amor” a los “restos del amor”)
especialmente ahora, que Rimbaud debe dormir como una libélula
que acaba de presenciar la muerte de su corazón, pero como dices,
“a nadie le importa la poesía”,
pero yo te respondo (como quien no quiere la cosa)
y te digo que para los Celtas el cielo se halla en la copa de los árboles
y tú hoy has llegado desde el más alto de los cipreses,
así que al menos la poesía ha servido para sacarte esa sonrisa
que te acabas de limpiar con una servilleta,
aunque quizás sea mejor enterarte de que el mar ha decidido jubilarse
y mudarse a tu pintalabios para estar más cerca del amanecer.
Siempre los mismos temas en poesía, siempre tu mirada ahuyentando a la luna
o convirtiéndola en esa bola de papel de aluminio
en la que acabas de calentar mi corazón, para nada.
o convirtiéndola en esa bola de papel de aluminio
en la que acabas de calentar mi corazón, para nada.
Aún no ha terminado de amanecer y el diario entre tus bragas -por el suelo-
nos susurra que el Tío Sam no puede quitarse de encima a los islamistas
después de haberles financiado hasta el corte de barba,
también leemos que Lukanikos, el perro protestante griego,
ha muerto porque las estrellas se han puesto en huelga
y necesitan que alguien le ladre al jefe, es decir, al pastor barbudo,
y que el Gobierno de Caracas dice que su expresidente
llora desde lo alto de un árbol reencarnado en un pájaro.
nos susurra que el Tío Sam no puede quitarse de encima a los islamistas
después de haberles financiado hasta el corte de barba,
también leemos que Lukanikos, el perro protestante griego,
ha muerto porque las estrellas se han puesto en huelga
y necesitan que alguien le ladre al jefe, es decir, al pastor barbudo,
y que el Gobierno de Caracas dice que su expresidente
llora desde lo alto de un árbol reencarnado en un pájaro.
Simplemente el mundo -como tu corazón- es un misterio estropeado.
A nadie le importa que una nueva ecologista haya sido asesinada en el Amazonas,
a nadie le importa el por qué Tiririca, un payaso brasileño,
ha salido reelegido diputado con 1 millón de votos,
y nadie sabe que por ti me convertiría en liberal
y te leería a Adam Smith al oído cada noche
(y a toda la Escuela de Chicago si hace falta)
pero ya lo intuyes, sí supongo que ya lo sabes,
soy como aquellas gallinas que tienen las llaves de su propia jaula
y salgo a cacarear cuando los granjeros y las estrellas duermen,
aunque, claro, me dirás que ya te lo han dicho hasta el cansancio:
para una gallina, el ser o no ser depende de cacarear bien
y yo, para qué engañarte, lo hago fatal.
A nadie le importa que una nueva ecologista haya sido asesinada en el Amazonas,
a nadie le importa el por qué Tiririca, un payaso brasileño,
ha salido reelegido diputado con 1 millón de votos,
y nadie sabe que por ti me convertiría en liberal
y te leería a Adam Smith al oído cada noche
(y a toda la Escuela de Chicago si hace falta)
pero ya lo intuyes, sí supongo que ya lo sabes,
soy como aquellas gallinas que tienen las llaves de su propia jaula
y salgo a cacarear cuando los granjeros y las estrellas duermen,
aunque, claro, me dirás que ya te lo han dicho hasta el cansancio:
para una gallina, el ser o no ser depende de cacarear bien
y yo, para qué engañarte, lo hago fatal.
Para mí, que soy tan torpe como un camello ligando con una osa polar en un iglú,
el ser o no ser depende de que me mires,
de ver tu mirada metiendo en embrollos a un amanecer infinito.
No creo que no te des cuenta de que me tienes muy pillado,
pero ah poesía, amor cruel,
ya sabemos que eres tan tonta
que hasta tus peores torpezas te salen bien.
el ser o no ser depende de que me mires,
de ver tu mirada metiendo en embrollos a un amanecer infinito.
No creo que no te des cuenta de que me tienes muy pillado,
pero ah poesía, amor cruel,
ya sabemos que eres tan tonta
que hasta tus peores torpezas te salen bien.
Y sí, es cierto, si el mundo es un pañuelo,
nosotros somos (definitivamente) los mocos.
nosotros somos (definitivamente) los mocos.