"Los ecos de ayer y de anteayer quedaron solos, sin los sonidos opacos y las voces abiertas, luego amortajadas, que los colocaron en el aire limpio. Sobreviven al pasado, son copias fidedignas pero sirven de poco, porque no palpitan, no son continuaciones sino trazos lineales de tiempo, imitaciones de lo inimitable porque su sentido real, único, original, quedó allá lejos, en el silencio del olvido.
A partir de los ecos suelen hacerse pronósticos, casi siempre falsos. ¿Por qué? Porque proponen una dicha mentirosa o la convalecencia de una soledad que no era tal. Los ecos nos siguen o más bien nos persiguen, pero su compañía, aunque sea clamorosa, nos sirve de poco. Es como una jubilación de la pobreza.
Con ellos vamos, un poco desolados, porque ansiamos verdades y no reflejos, hechos y no desechos. Nada podemos reclamarles porque son presencias fantasmales, espejos de lo que oyeron y ya no está, parodias de la muerte. Yo dejo que suenen y resuenen. Allá ellos. Yo prefiero entenderme con mis voces".