Cultivar árboles, plantas y huertas es, mucho más que un oficio en busca de un lindo jardín. Es el espacio donde refugiarse para mantener el estrés a raya, inspirarse, tomar una decisión o simplemente por el gusto de ver a la naturaleza crecer.
Texto, Mireya Díaz Soto
Mario Toral, pintor:
Cuando era niño, Mario Toral hacía herbarios. Recogía todo tipo de plantas y las pegaba con cola en cuadernos en los que la página de arriba registraba restos de tallos y hojas, que él convertía en pequeños dibujos. Fue una especie de comienzo para su obra como pintor que ha estado siempre relacionada con el crecimiento y la metamorfosis de las cosas, "y la naturaleza es eso", dice. "Para un artista es un cáliz inagotable". Por eso las plantas le han fascinado siempre, y en su jardín o "campo pequeño", como lo llama, ha tratado de que todo crezca libremente. Privilegió, cuando llegó en 1966 a esta parcela en Los Dominicos, especies chilenas que han crecido con él, espinos, cactus, aloes y pataguas, entre otras, que se sumaron a tres añosas sequoias que estaban en el lugar y lo coronan con gallardía. Le dijeron entonces que la tierra allí era mala, pero el tiempo demostró lo contrario hasta que se formó un pequeño bosque, un paisaje típico chileno.
Cuando viaja, Toral no se pierde los museos, pero tampoco los jardines botánicos, y uno de los que le encanta es el de Río de Janeiro. De hecho, de sus años en Brasil, en Ouro Preto, Minas Gerais donde convivió con una naturaleza provocadora, viene este carácter suyo verde total, "porque protegerla es protegernos a nosotros mismos". Ahora menos que antes, sus horas en el jardín son un tiempo de inspiración, de descanso, "un poner en orden el cerebro y hacerse preguntas: ¿Existe o no Dios? ¿Es una fuerza? Cada semilla sabe exactamente cómo será su copa, y eso te hace meditar, sin respuestas por supuesto", ríe resignado, "sólo surge admiración".
Foto de Mario Toral en su jardin
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