miércoles, 22 de julio de 2020

Un grillo en mi pieza


Hace una semana mi hijo " El Travieso" encontró en su baño un grillo. No lo mates, le dije y no encontró nada mejor que dejarlo en mi pieza.

Feliz comenzó a cantar el grillo todos los días al atardecer. Me gusta su grillar.

Un día no lo sentimos más. Pensamos que había sido el almuerzo de una araña ladina que se esconde en algún lugar del techo que no hemos podido descubrir.

Ayer supimos que no había muerto. Cantaba feliz parapetado entre la muralla y la viga de la chimenea que se encuentra en mi pieza. La araña intuye que hay un extraño en su reino, pero no ha sido capaz de descubrirlo para atraparlo.

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Suenan a lo lejos las campanas de la Iglesia hoy vacía. El párroco lucha contra la desesperanza tocando a las 12 del día la melodía del Ave María y a las 19 horas las campanas en un monocorde que llaman a recordar a sus feligreses los tiempos de la misa diaria. Debe sentirse solo como muchos en estos tiempos.
Hace frío y a lo lejos se ven a través de mi ventana cimbrarse los árboles mientras llueve.
Llega la noche y la ciudad luego va a enmudecer.
Hiere la tranquilidad las sirenas de las ambulancias que llevan a los hospitales a los enfermos graves a causa de la Pandemia. He contado hasta 15 veces en una sola noche, las bocinas desesperadas de sus conductores avisando a la urgencia que traen otro paciente.

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Mi grillo sigue cantando. Aún en la tristeza es posible descubrir la belleza.

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