Un aro con café y poesía
A usted, estos versos, por la consoladora gracia
de sus ojos grandes donde se ríe y llora un dulce sueño;
a su alma pura y buena, a usted
estos versos desde el fondo de mi violenta miseria.
Y es que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita
no me da tregua y, va, furiosa, loca, celosa,
multiplicándose como un cortejo de lobos
y se cuelga tras mi sino, que ensangrienta.
Oh, sufro, sufro espantosamente, de tal modo
que el primer gemido del hombre
arrojado del Edén es una égloga al lado del mío.
Y las penas que usted pueda tener son como
las golondrinas que un cielo al mediodía,
querida, en un bello día de septiembre tibio.
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