domingo, 8 de noviembre de 2009

baul para guardar los juguetes






Hace unas semanas fui a los anticuarios del Parque de los Reyes. Tenía la intención de comprar un baúl con el fin de arreglarlo y dejarlo como contenedor de los juguetes de mis hijas. En razón de ello no debía ser de madera “muy fina” y principalmente barato.

No sé qué pasa, pero muchas veces me sucede que busco alguna cosa y esa cosa termina por “llamarme y encantarme”.

Recorrí el galpón completo y en un lugar recóndito, casi escondido, encontré ese baúl…. viejo, apolillado, con mucho polvo por lo que me pude dar cuenta que no era la mejor antigüedad de ese anticuario, pues otras se merecían estar en una “mejor vitrina”.

“¿Cuánto es? “– le pregunté al anticuario. “$25.000” – me respondió Yo no lo podía creer. “¿Y en cuánto me lo deja?” – me atreví a preguntarle, saliéndome “la veta negociadora” que no sé de dónde heredé. “Como viene con su hijo (2 años) se lo dejo en $ 20.000.”

Bueno, y así tan alegre con mi compra como si hubiera encontrado un tesoro, lo subí al auto.

Fui a comprar los materiales para su arreglo, incluso unas ruedas, con el fin de que fuera fácil moverlo para el aseo.

Al comenzar a arreglarlo, el olor a “añoranza” del baúl (ese olor entre lo viejo y la pobreza tan típica de algunos barrios de la Vega Central), hizo que me imaginara quién habría sido el dueño de ese bien. Debió haber sido un anciano que quizás ya no está en este mundo y lo habrá usado en un rincón de su pieza para guardar sus recuerdos. Si ese baúl pudiera hablar…. Quisiera tener la capacidad de oír las historias que nos cuentan las cosas.

Lo fumigué con el fin de hacer desaparecer algún bicho no deseado, alojado quizás en algún orificio de la madera, y le apliqué un desodorante ambiental con el fin de hacer desaparecer ese olor.

El olor, ese sentido que nos da la sensación de pertenencia.

Lo pinté, le apliqué servilletas con el fin de darle un toque de novedad, le puse las ruedas y cadenas a la tapa… quedó precioso… pero el baúl sigue siendo el mismo pero con otro olor… el olor a mi hogar tan típico que es tan inconfundible como el olor propio de cada uno de mis hijos.

Ahora este baúl no sólo va a contar historias antiguas de su dueño antiguo, sino historias nuevas, de niños que juegan

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