sábado, 26 de abril de 2014

MIA GALLEGOS



Toco la carta suavemente. El mago murmura
algunas palabras que no entiendo. Dice que
la mujer del coche soy yo.

No puedo lanzarme desde aquí, aunque quisiera
tener el valor de hacerlo. Soy yo, la mujer,
esta criatura mágica que tira de las riendas
de este coche, sin haber descubierto nunca
quien las puso en mis manos.

No comprendo cuál es mi papel. Lo cierto es que
estoy aquí desde siempre, en lo alto, mirando
hacia adelante, sin parar, sin hacer un solo
momento de tregua. No puedo hacerle concesiones
a nadie. Estoy aquí y eso me basta.

Quiero que otra persona venga de pronto.
Pero no. Nadie podría atravesar conmigo
tantos lugares, tan altos, tan angostos y
gigantescos sueños, aquí conmigo en este
coche.

Temo perder las riendas. Si alguien viene
podría adueñarse del coche, de los dragones
y también de mí. Necesito llegar lejos, a
las cumbres, a las puertas azules de los montes,
o quizás más alto aún: a las nubes.

Temo quedarme sola; sin embargo no puede
                                                                             detenerme.
Es el destino ya ese sitio se llega a oscuras
en la ceguera total. Tiene que haber un final, por
eso continúo mi ruta, mi viaje total con las
estrellas. ¿Cómo será ese fin? ¿Será la muerte
líquida, será la muerte blanca, la de la creación,
la que me aguarda, o será la muerte-muerte?

Basta, no importa ya nada. Tengo mi alma y el
coche en movimiento. Soy la mujer que dirige
un carruaje con los dragones de Medea. Sé hacia
dónde voy. Si alguien pregunta por mí, díganle
que me vieron pasar, que salí al alba y que no
regreso más.

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